De Dante a Kant


El Arte Jurídico.
(de Leonardo a Kant)

1.- Las relaciones humanas son las más complejas de entre todas las relaciones a cuya contemplación logramos acceder. Su inmensa diversidad no solo es infinita en número (tanto como es el número de los hombres y su constante discurrir) sino que las formas que adoptan son  asimismo ilimitadas como no podría ser de otra manera. Por eso no se dejan atrapar,  traspasan todo límite, transforman toda regla, estiran toda norma, rebasan y dejan atrás a la imaginación, predicción o expectativa. No hay, no puede haber, una sola manera de entenderlas, comprenderlas y explicarlas y por ello mismo siempre están abiertas a la imaginación, al intelecto y a la sensibilidad las posibilidades de acercarse a ellas desde distintos puntos de vista o perspectivas (tantas como hombres hay) lo cual seguramente no solamente es necesario sino también inevitable, y ninguno de los puntos de vista o perspectivas cualquiera sea,  será adecuado, suficientemente satisfactorio, definitivo, ni siquiera totalmente acertado porque negada está la posibilidad de la repetición o de la regularidad;  la experiencia individual o colectiva marchitan tan pronto como las comunidades humanas, porque pronto las ocurrencias de la vida  arrastran a los hombres por derroteros finalmente abandonados, olvidados perdidos en la memoria que el lenguaje fugazmente y en vano intenta retener o en los usos y costumbres que pronto encuentran y se llena de otros contenidos, sorprendentes, ajenos, contradictorios… y ¿Cómo podría ser de otra manera?, ¿Cómo pensar que los que vienen pletóricos de vida serán como los que agotados se van?, ¿Cuáles razones habrían para suponer adecuada, necesaria, conveniente o posible la repetición de lo vivido, sentido, imaginado,  pensado en este lugar y en éste tiempo? ¿En que se sustentaría el pregonar la definitiva estabilidad de lo que se sabe efímero?. ¿Cómo asegurar la eterna certeza de la creencia actual, la inconmovible verdad de lo comprendido ahora, el permanente brillo de lo momentáneamente imaginado, la corrección de pensado,  entendido y explicado; la ejemplar bondad de lo vivido, la inmarcesible belleza de lo contemplado?, ¿Cómo asegurar en fin que el camino transitado es el de la meta por todos perseguida?.  ¿Tal vez solamente  está a nuestro alcance la certeza de saber que hay un recipiente capaz de contener en si todas las fórmulas?.  
Dante así lo cree. Sus estudios “Sobre la Lengua Vulgar”, le habrían permitido examinar las diversas lenguas utilizadas por los pobladores de la península italiana así como tomar nota del proceso de cambio -paulatino pero permanente- de las voces y sus significados en cada una de esas lenguas. Esto le habría conducido a considerar que en un lapso muy corto las lenguas se renuevan totalmente, y que, en consecuencia, lo único  permanente sería la capacidad intelectual, y en el uso de la facultad del entendimiento (especulativo) para hallar explicación a los hechos, que  se tornaría entendimiento práctico cuando de actuar y hacer se trata.     
“… el entendimiento especulativo-que-  por extensión, se hace entendimiento práctico, cuyo fin es actuar y hacer… Lo cual se refiere a las cosas agibles, reguladas por la prudencia política, y a las cosas factibles, regidas por el arte…”
DANTE. La Monarquía. Lib. I, III, 9,10)
“El buen sentido es lo que está mejor repartido entre todo el mundo, pues cada cual piensa que tiene tan buena previsión del él que hasta los más descontentadizos respecto a cualquier otra cosa, no suelen apetecer más del que ya tienen, en lo cual no es verosímil que todos se engañen sino que esto más bien demuestra que la facultad de distinguir entre lo verdadero y lo falso, que es lo que propiamente llamamos razón es naturalmente igual en todos los hombres y que la diversidad de las opiniones proviene de que unos sean más razonables que otros sino que conducimos nuestros pensamientos por distintos derroteros y no consideramos las mismas cosas…”  (DISCURSO DEL MÉTODO. Primera parte.).



2.- El arte jurídico sería una forma, modo o ejercicio del entendimiento práctico cuyo fin es actuar y hacer, y estaría referido a las cosas agibles, es decir a los actos y relaciones humanas. El arte jurídico sería entonces el arte de crear la obra justa que consistiría en cierto ordenamiento o renovación de las relaciones humanas y estaría reguladas por la prudencia jurídica. La acción jurídica estaría precedida por un ejercicio anterior, propio de entendimiento especulativo o teórico que proporcionaría alguna perspectiva respecto al sentido del discurrir de los hechos, acciones y relaciones humanas a la luz de los criterios de justicia que servirían como parámetro para su comprensión. El resultado último del arte jurídico –que probablemente nosotros no veremos- seguramente habrá de mostrarse a plenitud cuando la Jurisprudencia alcance un desarrollo similar al de la Ciencia. Es previsible que los resultados del arte justo habrán de mostrarse de la misma manera como el  resultado del arte bello -el arte de crear la obra bella- pletórico se muestra y es el que, bien podemos verlo, arroja como consecuencia de su último  desarrollo  la Ciencia. Pero… ¿Cuál es el resultado que como consecuencia de su último desarrollo arroja la Ciencia?. Si cabe decirlo en términos llanos, es el conjunto de los múltiples, variados y ordinariamente descartables productos de la tecnología -bien podemos llamarlos,  hijos, nietos o agnados de la obra de arte-  que tenemos a disposición y cada día en mayor medida nos envuelven hasta llegar a ser casi lo único a que podemos acceder.
Los productos de la tecnología (las obras últimas del arte moderno) con suave imperio  intermedian entre la percepción y lo perceptible; entre el mundo sensible y la realidad inteligible, para utilizar términos platónicos o kantianos. El artificio creado por la Ciencia hace que el agua elemental llegue hasta nosotros cotidiana, aséptica y embotellada y cuando no es así, brote entonces mansa y domesticada del tubo terminal de la cañería (esta agua es distinta de la que habita en la poesía y de la que de vez en cuando turbulenta arrasa); y también hace que el sonido que anida en el instante, ahora, ordinariamente, surge encapsulado del aparato de radio, transformado en suave música; y el signo ha dejado de ser anuncio causal de la ocurrencia empírica, para tornarse en asunto digital que se muestra en la pantalla como dato, etc…. Descartes ensueña todo ello calentando los pies al vivo fuego de la chimenea al retorno de la guerra librada con sables, arcabuces y caballos; escribe probablemente a la lumbre de una vela…
“es posible llegar a conocimientos muy útiles para la vida… se puede encontrar una práctica por la cual conociendo la fuerza y las acciones del fuego, del agua, del aire, de los astros, de los cielos y de todos los otros cuerpos que nos rodean… los podríamos emplear… en todos los usos para los que son apropiados… para la invención de la infinidad de artificios que harán que se goce sin pena de los frutos de la tierra…”
 (DESCARTES. Discurso del Método. Sexta Parte, pag 50)

3.- Kant reflexiona sobre las virtudes de la voluntad en su Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, anota: “Por voluntad se entiende una especie de causalidad de los seres vivos en cuanto que son racionales, y libertad sería la propiedad de esta causalidad por la cual puede ser eficiente independientemente de causas ajenas que la determinen, así como por necesidad natural hemos de entender aquella causalidad de todos los seres irracionales de ser empujados a la actividad por el influjo de causas ajenas a ellos” (pag.129). Así pues, los sucesos, ocurrencia o eventos que llegan a nuestra percepción o cuya contemplación accedemos siempre son consecuencia de algunos otros que los antecedieron o generaron y entre ellos hay una relación de causa y efecto, en cuanto unos son consecuencia de los otros; tal sería la ley de la causalidad, entendida en su más amplia extensión. Entre los sucesos, ocurrencias o eventos con capacidad suficiente o aptitud para producir efectos o consecuencias, cambios o modificaciones en el orden de lo fenoménico o empírico tiene lugar preminente la voluntad humana, que puede ser determinada o condicionada por impulsos de la necesidad natural (el instinto o la pasión) o determinarse libre y racionalmente sin sujeción a tales condicionamientos. Esta es la creencia kantiana. Sea cual sea el caso o en cualquiera de los casos, lo cierto e interesante es que la voluntad se erige en la causa eficiente de la mayoría de los efectos, sucesos o eventos que percibimos y en torno a los cuales transcurre nuestra existencia, pues el mundo en que vivimos nosotros los humanos del Siglo XXI es primordialmente un mundo construido, hecho de estructuras, instrumentos y utensilios y bienes de consumo o no, fabricados y producidos de acuerdo a decisiones de la voluntad de algún otro humano a cuyos propósitos sirven todos los recursos naturales o no y leyes de la causalidad natural; es un mundo distinto al de Kant. Es un mundo que mucho tiene que ver con el ejercicio de la voluntad cuyos privilegios, él declara, descubre, imagina, alienta.

4.- El mundo figurado por los artistas del renacimiento –allá en Europa- cuando imaginaron la posibilidad de utilizar los recursos naturales para modelarlos, reproducir lo percibido, crear nuevas formas,  someter la materia a las más diversas transformaciones y aplicarla a los más variados usos,   ahora es, como resultado de la experiencia y su consecuencia concreta, el mundo construido por la ciencia y reproducido por los artífices de la tecnología en un proceso que se agota en la copia, repetición y réplica ejercitado recursivamente al infinito. Tras breve reflexión, no ha de abrigar el ánimo duda de que en el signo, la figura, el color, el sonido, el mármol o la arcilla extraídos de la naturaleza, -que las técnicas del arte modelan y ajustan para crear la obra poética, pictórica, musical, escultórica o cerámica-, está figurado el sobre abundante texto digital, la fotografía, el audífono, el celular, la estructura de cemento y fierro o la vajilla. Estos artilugios son ahora,  pasado el tiempo,  no obra que levanta las compuertas a la imaginación y al deleite que surge de la contemplación de su belleza o perfección que encandila e induce a celebrar el genio de sus creadores, -como lo hacen Kant y Hegel-, sino objetos para el  uso, gozo y disfrute común, cotidiano y ordinario del común de los mortales alcanzado gracias al desarrollo de ciencia y tecnología.
Contemplo la exacta réplica de la Gioconda que tengo bajo mi vista frente al teclado de mi computadora personal (que la perfección de la técnica pone a mi disposición) y no me interesa ni podría interesarme su belleza: la perfección de su forma, intensidad del color o significado de su contenido; la Gioconda es magnífica en el Louvre… pero interesa Leonardo. Imaginarlo convencido de que el mundo carece de misterio;  develando en el acto su claridad sin otros utensilios que un pincel, un lienzo y sin otra materia que la mescla de tintes y arcilla, aceite y vinagre; haciendo realidad el propósito de copiar, replicar y por último probar que el mundo está hecho de lo que se toca, escucha, mira, gusta, en igual medida de luces y de sombras; que es posible reproducir los objetos, sucesos u ocurrencias que a la mente trae la percepción y que para hacerlo es suficiente utilizar como método la capacidad de observación y cierta habilidad para hacer  uso de los elementos que la naturaleza misma entrega. 
El  joven debe ante todas cosas aprender la Perspectiva para la justa medida de las cosas: después estudiará copiando buenos dibujos, para acostumbrarse á un contorno correcto: luego dibujará el natural, para ver la razón de las cosas que aprendió antes; y últimamente debe ver y examinar las obras de varios…” (EL TRATADO DE LA PINTURA LEONARDO DE VINCI. SECCION PRIMERA. I Lo que primeramente debe aprender un joven)
La ciencia y tecnología –tengan conciencia de ello o no sus cultores- se alimenta del impulso generado por la persecución de la belleza que la obra de arte nacida de la inspiración, enseña. Y, entonces, es correcto asegurar que los artilugios de la tecnología, en última instancia, no son otra cosa que manifestaciones o expresiones terminales de “la idea de belleza en su proceso de desarrollo” (pag. 78), a que se refiere Hegel al hablar de las obras del arte.

5.- Si tales son los resultados del arte bello aplicado a la transformación de la materia prima que entrega la naturaleza,  y si entendemos, además,  que el arte jurídico es el arte de la creación de la obra justa sobre la modelación del otro elemento primario, la materia humana, cabe entonces preguntar: ¿Cuál es el orden justo en las relaciones humanas que cabría imaginar para figurar un mundo común, ordinaria y cotidianamente justo?, ¿Cuáles son las posibilidades que brinda la materia humana (han de ser muchas más que las que brinda la materia natural) y cuáles los métodos y procedimientos que habría que idear para emprender la construcción de ese mundo justo cuya edificación comprometería a los artífices de la Jurisprudencia?. ¿Si la belleza inspira la obra de arte bello que modela la materia natural y sobre la obra se levanta la construcción del mundo que la tecnología entrega, cual es la tecnología que se requiere para construir un mundo que modelando la materia humana replique  la obra de arte jurídico cuya inspiración es la persecución de lo justo?
Un procedimiento inicial, probable, tentativo para ubicar el hilo que conduzca a la madeja indica que convendría retornar hacia las más antiguas preguntas e intentar nuevamente encontrar respuesta a las interrogantes primeras respecto a las condiciones y posibilidades de la materia humana y responder aquellas como, por ejemplo, la formulada  por Menón, un joven aristócrata tesalio a Sócrates en el célebre dialogo de Platon que lleva su nombre:
“¿Puedes decirme Sócrates, es enseñable la virtud o solo se adquiere con la práctica, o ni se adquiere con la práctica ni puede aprenderse, sino que se da en los hombres naturalmente o de alguna otra manera?”
(PLATON. Menon, ).
Y si las interrogantes giran en torno a las posibilidades de la materia humana, entonces: ¿Es enseñable la justicia, por ejemplo,  a los niños en las escuelas o a los estudiantes en las facultades de Derecho?, ¿Los jueces y abogados adquieren la capacidad de discernir entre lo justo e injusto y la incrementan día a día a través de la práctica profesional?, ¿O se trata de una capacidad o facultad que se da de alguna otra manera de modo tal que unos son naturalmente justos y otros naturalmente injustos?. ¿La facultad de distinguir entre lo justo y lo injusto es inherente a la capacidad racional que distingue al humano de los otros animales?. Esto último es lo que, por ejemplo, cree Aristóteles,.
 “la virtud de la justicia es el discernimiento de lo justo… es el orden de la comunidad… Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer, él solo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto… sin esa virtud, es el ser más impío y feroz y el peor en lascivia y voracidad…”
(Aristóteles. Política, Libro I, 12-16).
Tal vez no hay respuesta unívoca a estas son interrogantes. Lo cierto es que no pueden dejar de formularse ni cabría fingir indiferencia respecto a las respuestas a esas preguntas implícitas en actos y decisiones, usos y costumbres de individuos, comunidades o colectividades. Atañen a las posibilidades del arte justo.

6.- Pero… ¿Cuáles serían las posibilidades del arte justo? ¿Cuáles las perspectivas?. Ahora, en este nuestro tiempo, cuando el arte bello parece agotado ya hasta en sus últimas consecuencias – la filigrana del mundo en que vivimos hecha de trenes, aeropuertos, autovías, rascacielos, fábricas, sembrados, granjas, restaurantes, super-mercados, televisión, internet, armas de destrucción masiva, cortes internacionales, estados, municipios, derechos humanos, matrimonio monogámico, homo sexual,  orquestas sinfónicas, bandas, teatro, etc, que podrían replicarse más o menos mecánicamente hasta el infinito, son copia o réplica de los ideales del arte bello- es razonable prestar atención a las condiciones y supuestos que harían posible el emprendimiento del arte justo cuyo propósito no puede dejar de ser otro que modelar la materia humana. Si la experiencia de lo vivido es útil, cabría examinar el camino emprendido por el arte bello que sirve de inspiración y guía en el proceso de construcción del mundo que conocemos y nos envuelve. Sería  prudente indagar sobre el bosquejo imaginado, el diseño elaborado, los lineamientos establecidos, las creencias asentadas por los artífices que dibujaron el proyecto sobre el cual se puso manos a la obra y alcanzó a ser construido el mundo moderno hecho, como diría Dante, aplicando el entendimiento práctico para imaginar, modelar, construir y hacer sobre las cosas tangibles sometidas a la ley natural lo factible, aplicando ahora el entendimiento práctico para encaminar la acción jurídica que atañe a las cosas agibles circunscritas a la composición de las relaciones humanas que reclaman para ser comprendidas la identificación de leyes distintas a la natural que Kant justamente denomina leyes de la libertad, de la libertad de la necesidad natural o sensorial y de sus condicionamientos que, gracias a la ciencia y la tecnología cuyos desenvolvimientos carecen de límites, podríamos alcanzar para todos los hombres, pero… ¿cómo hacerlo?. 

7.- No hay arte sin imaginación. Sin imaginación tampoco hay futuro. Kant imagina un mundo construible sobre el reconocimiento de que cada uno de los seres humanos es un fin en sí mismo (lo cual es obvio porque no hay ninguno que no lo sienta así); sobre la condición de que cada uno de los seres humanos puede alcanzar a tener capacidad suficiente para hacer  uso de su libertad y decidir cómo ser un fin en sí mismo (liberado de los condicionamientos que constriñen la voluntad y la sujetan a las exigencias de la necesidad), y por último un mundo en el cual cada uno reconoce en todos los otros esas misma condición de ser un fin en si mismo y la libertad de serlo,  que se concreta en la formula… “trata a todo ser racional (a ti mismo y a los demás) de tal modo que en tu máxima tal ser valga al mismo tiempo como un fin en sí…”    (Kant. Metafísica de las costumbres.).
¿Será razonable ir a la saga de la inspiración de aquellos entre los cuales ocupa destacado lugar Kant?. Kant no invento  nada. Sistematiza. Coloca cada cosa en su lugar: construye así el sistema de la razón. Aquí el mundo sensible y por aquí el inteligible; en este lado el entendimiento especulativo teórico,  en este otro la razón práctica pura, más allá el juicio;  en su sistema empuja la necesidad,  endereza la finalidad,  obra la voluntad y más allá de todas ellas o sobre todas ellas está la libertad: la voluntad no condicionada. “El concepto de libertad –anota en el Prólogo a la Crítica de la Razón Práctica- constituye la clave de bóveda para todo el edificio de un sistema de la razón pura, incluyendo a la razón especulativa” (pag. 66). La nueva causa del mundo es la causalidad de la voluntad.  Independientemente de si comulgamos con sus creencias o nos alejamos de ellas, si tenemos un conocimiento más o menos certero o vago del sistema por él diseñado o si por último lo ignoramos,  lo cierto es que ese sistema constituye un punto de referencia necesario para orientar cualquier reflexión sobre el hombre y su ubicación en el mundo porque la perspectiva, puntos de vista y conceptos asentados por Kant se integran en el cotidiano tráfico de los pensamientos y forman parte de una manera de ver las cosas cuya validez se admite cotidianamente de modo tal que constituyen un hito, una piedra de toque.
En cierto modo las magníficas tesis kantianas renuevan las enunciadas en otro tiempo y circunstancias por Protágoras. Provienen de mundos distintos. Ambos proclaman que “el hombre es la medida de todas las cosas del ser de las que son y del no ser de las que no son” –como predica Protágoras y lo hace también Kant- y teniendo todos similar capacidad de juzgar, hay que convenir entonces –prosigue el mismo Protágoras aunque no Kant- en que “lo que a cada ciudad parece justo y recto, lo es en efecto para ella en tanto lo juzgue así”. (Platon. Teeteto. 167c). La tesis convencionalista, según la cual los criterios de justicia son convencionales, es una entre muchas otras tesis sobre la justicia de similar valor, interés y riqueza que como ella misma constituyen recurso para ejercitar y afinar la reflexión, y son, desde luego, asimismo instrumento para orientar la práctica.
La obra kantiana no agota las posibilidades del arte jurídico, tanto como que la obra de Leonardo no agota las del arte bello aunque ambas fijan una orientación, señalan un camino, muestran una veta inagotable de recursos. La Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres y la Gioconda –elaboradas con distinta materia, colores una y palabras la otra- dan cuenta de la exploración emprendida por uno y otro en su particular empeño sobre la base de un cuidadoso inventario de las posibilidades abiertas a la imaginación materializadas en la obra que por ello mismo muestra apenas un vago atisbo de lo que está escondido en ellas. Tanto Kant como Leonardo para elaborar su obra lo hacen contemplando al hombre desde perspectivas que echan luz sobre aquellos aspectos que resaltan ángulos que permiten y hacen resaltar las virtudes que determinan su belleza o justicia  sin dejar de lado aquellos otros aspectos que permanecen en la obscuridad de la cual emergen y por contraste las hacen visibles y resplandecientes. Ante todo –dice Leonardo en su Tratado sobre la Pintura- hay que “aprender la Perspectiva para la justa medida de las cosas: después estudiará copiando buenos dibujos, para acostumbrarse á un contorno correcto: luego dibujará el natural, para ver la razón de las cosas que aprendió antes… es primordial…  el estudio…  de todas las figuras… de las sombras y luces convenientes al sitio en que están colocadas las tales figuras.”, la de Leonardo, que no es distinta de la perspectiva kantiana ( y tampoco el método) cuando éste último encuentra, por ejemplo, que la libertad de la voluntad que determina la pertenencia del hombre al mundo inteligible surge y es comprensible en su plenitud cuando el contraste  permite la contemplación de esa misma voluntad sometida a los condicionamientos de la sensibilidad a  la cual causalmente pertenece y de la cual se libera. Tal vez falta transitar el camino que conduce al mundo imaginado por  Kant (Kant es un decir) siguiendo la ruta seguida en la persecución del mundo de Leonardo (Leonardo es otro decir) en algún modo alcanzado.

8.- La estética jurídica supone el desarrollo del sentimiento jurídico tanto como la estética de lo bello supone en desarrollo de la sensibilidad artística.  Lo cual es así por la diversa calidad de la materia que una y otra enfrentan.
El desarrollo de la Jurisprudencia –resultado del arte jurídico- supone primordialmente el desarrollo o cultivo del sentido del gusto jurídico o del gusto por la obra, acción o hecho justo, tanto como que el de la Ciencia –resultado del arte bello- es en última instancia manifestación del sentido del gusto por lo bello, (llámese bueno, útil o necesario) armónico u ordenado. Porque… ¿Cómo podría concretarse la creación de la obra jurídica o levantarse la construcción o edificarse un mundo a la luz de los criterios de justicia (en lo cual han de aplicarse las capacidades creadoras) sin que sean expresión del sentido del gusto jurídico, es decir sin la capacidad de apreciar los actos, hechos y obras justas?. Si tomamos como parámetro la cuidados presentación de los productos de la tecnología siempre ajustados al sentido estético en boga, tal vez como propedéutica a la práctica del arte jurídico haya un lugar a la práctica cotidiana de la buena educación, el trato cortés, el gesto afable, el texto ordenado, la palabra amable, la pronunciación correcta, el oído atento, la voz afinada, el cuerpo ejercitado, la pregunta atinada, la respuesta correspondiente, el diálogo fluido, la emoción controlada, la pasión domeñada, el pensamiento claro etc… un entrenamiento de este tipo probablemente serviría para desarrollar las facultades, capacidades y habilidades que requeriría la elaboración de la obra justa.
La estética de lo bello supone el desarrollo del sentido de belleza,  la capacidad de contemplar la belleza tanto en el orden de las relaciones naturales como en la obra del arte bello y esa capacidad depende en gran medida de la educación de la sensibilidad, la educación de los sentidos –voz, oído, vista, gusto, tacto, cuerpo- que proporciona habilidad para hacer uso de ellos y así  desentrañar significados de los signos, la armonía de los colores, el ritmo de los sonidos, la composición de los elementos, los movimientos corporales así como para develar su forma y estructura, etc., pues signo, colore, sonido, masa constituyen la materia del arte bello. La estética jurídica supone en cambio el desarrollo del criterio de justicia y de la capacidad de admirar, pues los actos y conductas ajenas y las relaciones humanas solo pueden ser calibrados cuando se aprecia su complejidad, diversidad y unicidad. El arte jurídico, cuya materia son las relaciones humanas, es un ejercicio ciertamente más complejo que el comprometido en el arte bello. Además de la educación de la sensibilidad requiere la educación del sentimiento de justicia sobre el que se asentarían los criterios acerca de lo justo  y un uso más completo de los sentidos y de la sensibilidad. La voz ha de servir entonces no solo para modular el sonido del canto que endulza los oídos y conmueve, sino para expresar con la misma dulzura la convicción que alienta el argumento, el oído será útil no solo para encontrar el ritmo o la armonía de los sonidos que afloran en la música, sino que tendrán que ser el medio que primordialmente nos permita escuchar y atender las razones y argumentos ajenos; los ojos no solo para mirar y distinguir perspectivas, sombras, luces y colores de las cosas, sino para ver aquellas desde las cuales mirar el interlocutor en el diálogo.    

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