El Arte Jurídico.
(de Leonardo a Kant)
1.- Las relaciones humanas
son las más complejas de entre todas las relaciones a cuya contemplación
logramos acceder. Su inmensa diversidad no solo es infinita en número (tanto
como es el número de los hombres y su constante discurrir) sino que las formas
que adoptan son asimismo ilimitadas como
no podría ser de otra manera. Por eso no se dejan atrapar, traspasan todo límite, transforman toda
regla, estiran toda norma, rebasan y dejan atrás a la imaginación, predicción o
expectativa. No hay, no puede haber, una sola manera de entenderlas,
comprenderlas y explicarlas y por ello mismo siempre están abiertas a la
imaginación, al intelecto y a la sensibilidad las posibilidades de acercarse a
ellas desde distintos puntos de vista o perspectivas (tantas como hombres hay)
lo cual seguramente no solamente es necesario sino también inevitable, y
ninguno de los puntos de vista o perspectivas cualquiera sea, será adecuado, suficientemente satisfactorio,
definitivo, ni siquiera totalmente acertado porque negada está la posibilidad
de la repetición o de la regularidad; la
experiencia individual o colectiva marchitan tan pronto como las comunidades
humanas, porque pronto las ocurrencias de la vida arrastran a los hombres por derroteros
finalmente abandonados, olvidados perdidos en la memoria que el lenguaje
fugazmente y en vano intenta retener o en los usos y costumbres que pronto
encuentran y se llena de otros contenidos, sorprendentes, ajenos,
contradictorios… y ¿Cómo podría ser de otra manera?, ¿Cómo pensar que los que
vienen pletóricos de vida serán como los que agotados se van?, ¿Cuáles razones
habrían para suponer adecuada, necesaria, conveniente o posible la repetición
de lo vivido, sentido, imaginado, pensado
en este lugar y en éste tiempo? ¿En que se sustentaría el pregonar la
definitiva estabilidad de lo que se sabe efímero?. ¿Cómo asegurar la eterna
certeza de la creencia actual, la inconmovible verdad de lo comprendido ahora,
el permanente brillo de lo momentáneamente imaginado, la corrección de
pensado, entendido y explicado; la
ejemplar bondad de lo vivido, la inmarcesible belleza de lo contemplado?, ¿Cómo
asegurar en fin que el camino transitado es el de la meta por todos
perseguida?. ¿Tal vez solamente está a nuestro alcance la certeza de saber que
hay un recipiente capaz de contener en si todas las fórmulas?.
Dante así lo cree. Sus estudios “Sobre
la Lengua Vulgar”, le habrían permitido examinar las diversas lenguas
utilizadas por los pobladores de la península italiana así como tomar nota del
proceso de cambio -paulatino pero permanente- de las voces y sus significados
en cada una de esas lenguas. Esto le habría conducido a considerar que en un
lapso muy corto las lenguas se renuevan totalmente, y que, en consecuencia, lo
único permanente sería la capacidad
intelectual, y en el uso de la facultad del entendimiento (especulativo) para hallar
explicación a los hechos, que se
tornaría entendimiento práctico cuando de actuar y hacer se trata.
“… el entendimiento
especulativo-que-
por extensión, se hace entendimiento
práctico, cuyo fin es actuar y hacer… Lo cual se refiere a las cosas agibles,
reguladas por la prudencia política, y a las cosas factibles, regidas por el
arte…”
DANTE. La Monarquía. Lib. I, III, 9,10)
“El buen sentido es lo que
está mejor repartido entre todo el mundo, pues cada cual piensa que tiene tan
buena previsión del él que hasta los más descontentadizos respecto a cualquier
otra cosa, no suelen apetecer más del que ya tienen, en lo cual no es verosímil
que todos se engañen sino que esto más bien demuestra que la facultad de
distinguir entre lo verdadero y lo falso, que es lo que propiamente llamamos
razón es naturalmente igual en todos los hombres y que la diversidad de las
opiniones proviene de que unos sean más razonables que otros sino que
conducimos nuestros pensamientos por distintos derroteros y no consideramos las
mismas cosas…” (DISCURSO DEL MÉTODO.
Primera parte.).
2.- El arte jurídico sería una forma, modo o ejercicio del entendimiento práctico cuyo fin
es actuar y hacer, y estaría referido a las cosas agibles, es decir a los actos
y relaciones humanas. El arte jurídico sería entonces el arte de crear la obra
justa que consistiría en cierto ordenamiento o renovación de las relaciones
humanas y estaría reguladas por la prudencia jurídica. La acción jurídica estaría
precedida por un ejercicio anterior, propio de entendimiento especulativo o teórico
que proporcionaría alguna perspectiva respecto al sentido del discurrir de los hechos,
acciones y relaciones humanas a la luz de los criterios de justicia que
servirían como parámetro para su comprensión. El resultado último del arte
jurídico –que probablemente nosotros no veremos- seguramente habrá de mostrarse
a plenitud cuando la Jurisprudencia alcance un desarrollo similar al de la
Ciencia. Es previsible que los resultados del arte justo habrán de mostrarse de
la misma manera como el resultado del
arte bello -el arte de crear la obra bella- pletórico se muestra y es el que, bien
podemos verlo, arroja como consecuencia de su último desarrollo
la Ciencia. Pero… ¿Cuál es el resultado que como consecuencia de su
último desarrollo arroja la Ciencia?. Si cabe decirlo en términos llanos, es el
conjunto de los múltiples, variados y ordinariamente descartables productos de
la tecnología -bien podemos llamarlos,
hijos, nietos o agnados de la obra de arte- que tenemos a disposición y cada día en mayor
medida nos envuelven hasta llegar a ser casi lo único a que podemos acceder.
Los productos de la tecnología (las obras últimas del arte moderno) con
suave imperio intermedian entre la
percepción y lo perceptible; entre el mundo sensible y la realidad inteligible,
para utilizar términos platónicos o kantianos. El artificio creado por la Ciencia
hace que el agua elemental llegue hasta nosotros cotidiana, aséptica y
embotellada y cuando no es así, brote entonces mansa y domesticada del tubo
terminal de la cañería (esta agua es distinta de la que habita en la poesía y
de la que de vez en cuando turbulenta arrasa); y también hace que el sonido que
anida en el instante, ahora, ordinariamente, surge encapsulado del aparato de
radio, transformado en suave música; y el signo ha dejado de ser anuncio causal
de la ocurrencia empírica, para tornarse en asunto digital que se muestra en la
pantalla como dato, etc…. Descartes ensueña todo ello calentando los pies al
vivo fuego de la chimenea al retorno de la guerra librada con sables, arcabuces
y caballos; escribe probablemente a la lumbre de una vela…
“es posible llegar a
conocimientos muy útiles para la vida… se puede encontrar una práctica por la
cual conociendo la fuerza y las acciones del fuego, del agua, del aire, de los
astros, de los cielos y de todos los otros cuerpos que nos rodean… los podríamos
emplear… en todos los usos para los que son apropiados… para la invención de la
infinidad de artificios que harán que se goce sin pena de los frutos de la
tierra…”
(DESCARTES. Discurso
del Método. Sexta Parte, pag 50)
3.- Kant reflexiona sobre las
virtudes de la voluntad en su Fundamentación de la
Metafísica de las Costumbres, anota: “Por
voluntad se entiende una especie de
causalidad de los seres vivos en cuanto que son racionales, y libertad sería la propiedad de esta
causalidad por la cual puede ser eficiente independientemente de causas ajenas
que la determinen, así como por necesidad
natural hemos de entender aquella causalidad de todos los seres
irracionales de ser empujados a la actividad por el influjo de causas ajenas a
ellos” (pag.129). Así pues, los sucesos, ocurrencia o eventos que llegan a
nuestra percepción o cuya contemplación accedemos siempre son consecuencia de
algunos otros que los antecedieron o generaron y entre ellos hay una relación
de causa y efecto, en cuanto unos son consecuencia de los otros; tal sería la
ley de la causalidad, entendida en su más amplia extensión. Entre los sucesos,
ocurrencias o eventos con capacidad suficiente o aptitud para producir efectos
o consecuencias, cambios o modificaciones en el orden de lo fenoménico o
empírico tiene lugar preminente la voluntad humana, que puede ser determinada o
condicionada por impulsos de la necesidad natural (el instinto o la pasión) o
determinarse libre y racionalmente sin sujeción a tales condicionamientos. Esta
es la creencia kantiana. Sea cual sea el caso o en cualquiera de los casos, lo
cierto e interesante es que la voluntad se erige en la causa eficiente de la
mayoría de los efectos, sucesos o eventos que percibimos y en torno a los
cuales transcurre nuestra existencia, pues el mundo en que vivimos nosotros los
humanos del Siglo XXI es primordialmente un mundo construido, hecho de
estructuras, instrumentos y utensilios y bienes de consumo o no, fabricados y
producidos de acuerdo a decisiones de la voluntad de algún otro humano a cuyos
propósitos sirven todos los recursos naturales o no y leyes de la causalidad
natural; es un mundo distinto al de Kant. Es un mundo que mucho tiene que ver
con el ejercicio de la voluntad cuyos privilegios, él declara, descubre,
imagina, alienta.
4.- El mundo figurado por los artistas del renacimiento –allá en Europa- cuando
imaginaron la posibilidad de utilizar los recursos naturales para modelarlos,
reproducir lo percibido, crear nuevas formas,
someter la materia a las más diversas transformaciones y aplicarla a los
más variados usos, ahora es, como resultado de la experiencia y
su consecuencia concreta, el mundo construido por la ciencia y reproducido por los
artífices de la tecnología en un proceso que se agota en la copia, repetición y
réplica ejercitado recursivamente al infinito. Tras breve reflexión, no ha de
abrigar el ánimo duda de que en el signo, la figura, el color, el sonido, el
mármol o la arcilla extraídos de la naturaleza, -que las técnicas del arte
modelan y ajustan para crear la obra poética, pictórica, musical, escultórica o
cerámica-, está figurado el sobre abundante texto digital, la fotografía, el
audífono, el celular, la estructura de cemento y fierro o la vajilla. Estos
artilugios son ahora, pasado el tiempo, no obra que levanta las compuertas a la
imaginación y al deleite que surge de la contemplación de su belleza o
perfección que encandila e induce a celebrar el genio de sus creadores, -como
lo hacen Kant y Hegel-, sino objetos para el
uso, gozo y disfrute común, cotidiano y ordinario del común de los
mortales alcanzado gracias al desarrollo de ciencia y tecnología.
Contemplo
la exacta réplica de la Gioconda que tengo bajo mi vista frente al teclado de mi
computadora personal (que la perfección de la técnica pone a mi disposición) y
no me interesa ni podría interesarme su belleza: la perfección de su forma,
intensidad del color o significado de su contenido; la Gioconda es magnífica en
el Louvre… pero interesa Leonardo. Imaginarlo convencido de que el mundo carece
de misterio; develando en el acto su
claridad sin otros utensilios que un pincel, un lienzo y sin otra materia que
la mescla de tintes y arcilla, aceite y vinagre; haciendo realidad el propósito
de copiar, replicar y por último probar que el mundo está hecho de lo que se
toca, escucha, mira, gusta, en igual medida de luces y de sombras; que es
posible reproducir los objetos, sucesos u ocurrencias que a la mente trae la
percepción y que para hacerlo es suficiente utilizar como método la capacidad
de observación y cierta habilidad para hacer uso de los elementos que la naturaleza misma
entrega.
“El joven debe ante todas cosas aprender la
Perspectiva para la justa medida de las cosas: después estudiará copiando
buenos dibujos, para acostumbrarse á un contorno correcto: luego dibujará el
natural, para ver la razón de las cosas que aprendió antes; y últimamente debe
ver y examinar las obras de varios…” (EL TRATADO DE LA PINTURA LEONARDO DE
VINCI. SECCION PRIMERA. I Lo
que primeramente debe aprender un joven)
La ciencia y tecnología –tengan conciencia de ello o no sus cultores-
se alimenta del impulso generado por la persecución de la belleza que la obra de
arte nacida de la inspiración, enseña. Y, entonces, es correcto asegurar que
los artilugios de la tecnología, en última instancia, no son otra cosa que
manifestaciones o expresiones terminales de “la
idea de belleza en su proceso de desarrollo” (pag. 78), a que se refiere Hegel
al hablar de las obras del arte.
5.- Si tales son los
resultados del arte bello aplicado a la transformación
de la materia prima que entrega la naturaleza,
y si entendemos, además, que el
arte jurídico es el arte de la creación de la obra justa sobre la modelación
del otro elemento primario, la materia humana, cabe entonces preguntar: ¿Cuál
es el orden justo en las relaciones humanas que cabría imaginar para figurar un
mundo común, ordinaria y cotidianamente justo?, ¿Cuáles son las posibilidades
que brinda la materia humana (han de ser muchas más que las que brinda la
materia natural) y cuáles los métodos y procedimientos que habría que idear para
emprender la construcción de ese mundo justo cuya edificación comprometería a los
artífices de la Jurisprudencia?. ¿Si la belleza inspira la obra de arte bello
que modela la materia natural y sobre la obra se levanta la construcción del
mundo que la tecnología entrega, cual es la tecnología que se requiere para
construir un mundo que modelando la materia humana replique la obra de arte jurídico cuya inspiración es
la persecución de lo justo?
Un procedimiento inicial, probable, tentativo para ubicar el hilo que
conduzca a la madeja indica que convendría retornar hacia las más antiguas
preguntas e intentar nuevamente encontrar respuesta a las interrogantes
primeras respecto a las condiciones y posibilidades de la materia humana y
responder aquellas como, por ejemplo, la formulada por Menón, un joven aristócrata tesalio a
Sócrates en el célebre dialogo de Platon que lleva su nombre:
“¿Puedes decirme
Sócrates, es enseñable la virtud o solo se adquiere con la práctica, o ni se
adquiere con la práctica ni puede aprenderse, sino que se da en los hombres
naturalmente o de alguna otra manera?”
(PLATON. Menon, ).
Y si las
interrogantes giran en torno a las posibilidades de la materia humana,
entonces: ¿Es enseñable la justicia, por ejemplo, a los niños en las escuelas o a los
estudiantes en las facultades de Derecho?, ¿Los jueces y abogados adquieren la
capacidad de discernir entre lo justo e injusto y la incrementan día a día a
través de la práctica profesional?, ¿O se trata de una capacidad o facultad que
se da de alguna otra manera de modo tal que unos son naturalmente justos y otros
naturalmente injustos?. ¿La facultad de distinguir entre lo justo y lo injusto
es inherente a la capacidad racional que distingue al humano de los otros
animales?. Esto último es lo que, por ejemplo, cree Aristóteles,.
“la virtud
de la justicia es el discernimiento de lo justo… es el orden de la comunidad… Y
esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer, él solo, el
sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto… sin esa virtud, es el ser más impío y feroz y el
peor en lascivia y voracidad…”
(Aristóteles.
Política, Libro I, 12-16).
Tal vez no hay respuesta unívoca a estas son interrogantes. Lo cierto
es que no pueden dejar de formularse ni cabría fingir indiferencia respecto a
las respuestas a esas preguntas implícitas en actos y decisiones, usos y
costumbres de individuos, comunidades o colectividades. Atañen a las
posibilidades del arte justo.
6.- Pero… ¿Cuáles serían las
posibilidades del arte justo? ¿Cuáles las
perspectivas?. Ahora, en este nuestro tiempo, cuando el arte bello parece agotado
ya hasta en sus últimas consecuencias – la filigrana del mundo en que vivimos
hecha de trenes, aeropuertos, autovías, rascacielos, fábricas, sembrados,
granjas, restaurantes, super-mercados, televisión, internet, armas de
destrucción masiva, cortes internacionales, estados, municipios, derechos
humanos, matrimonio monogámico, homo sexual,
orquestas sinfónicas, bandas, teatro, etc, que podrían replicarse más o
menos mecánicamente hasta el infinito, son copia o réplica de los ideales del
arte bello- es razonable prestar atención a las condiciones y supuestos que
harían posible el emprendimiento del arte justo cuyo propósito no puede dejar
de ser otro que modelar la materia humana. Si la experiencia de lo vivido es
útil, cabría examinar el camino emprendido por el arte bello que sirve de
inspiración y guía en el proceso de construcción del mundo que conocemos y nos
envuelve. Sería prudente indagar sobre
el bosquejo imaginado, el diseño elaborado, los lineamientos establecidos, las
creencias asentadas por los artífices que dibujaron el proyecto sobre el cual
se puso manos a la obra y alcanzó a ser construido el mundo moderno hecho, como
diría Dante, aplicando el entendimiento práctico para imaginar, modelar,
construir y hacer sobre las cosas tangibles sometidas a la ley natural lo
factible, aplicando ahora el entendimiento práctico para encaminar la acción
jurídica que atañe a las cosas agibles circunscritas a la composición de las
relaciones humanas que reclaman para ser comprendidas la identificación de
leyes distintas a la natural que Kant justamente denomina leyes de la libertad,
de la libertad de la necesidad natural o sensorial y de sus condicionamientos
que, gracias a la ciencia y la tecnología cuyos desenvolvimientos carecen de
límites, podríamos alcanzar para todos los hombres, pero… ¿cómo hacerlo?.
7.- No hay arte sin
imaginación. Sin imaginación tampoco hay futuro. Kant
imagina un mundo construible sobre el reconocimiento de que cada uno de los
seres humanos es un fin en sí mismo (lo cual es obvio porque no hay ninguno que
no lo sienta así); sobre la condición de que cada uno de los seres humanos puede
alcanzar a tener capacidad suficiente para hacer uso de su libertad y decidir cómo ser un fin
en sí mismo (liberado de los condicionamientos que constriñen la voluntad y la
sujetan a las exigencias de la necesidad), y por último un mundo en el cual
cada uno reconoce en todos los otros esas misma condición de ser un fin en si
mismo y la libertad de serlo, que se
concreta en la formula… “trata a todo ser
racional (a ti mismo y a los demás) de tal modo que en tu máxima tal ser valga
al mismo tiempo como un fin en sí…”
(Kant. Metafísica de las costumbres.).
¿Será razonable ir a la saga de la inspiración de aquellos entre los
cuales ocupa destacado lugar Kant?. Kant no invento nada. Sistematiza. Coloca cada cosa en su
lugar: construye así el sistema de la razón. Aquí el mundo sensible y por aquí
el inteligible; en este lado el entendimiento especulativo teórico, en este otro la razón práctica pura, más allá
el juicio; en su sistema empuja la
necesidad, endereza la finalidad, obra la voluntad y más allá de todas ellas o
sobre todas ellas está la libertad: la voluntad no condicionada. “El concepto de libertad –anota en el Prólogo
a la Crítica de la Razón Práctica- constituye
la clave de bóveda para todo el edificio de un sistema de la razón pura,
incluyendo a la razón especulativa” (pag. 66). La nueva causa del mundo es la
causalidad de la voluntad. Independientemente
de si comulgamos con sus creencias o nos alejamos de ellas, si tenemos un
conocimiento más o menos certero o vago del sistema por él diseñado o si por
último lo ignoramos, lo cierto es que
ese sistema constituye un punto de referencia necesario para orientar cualquier
reflexión sobre el hombre y su ubicación en el mundo porque la perspectiva,
puntos de vista y conceptos asentados por Kant se integran en el cotidiano
tráfico de los pensamientos y forman parte de una manera de ver las cosas cuya
validez se admite cotidianamente de modo tal que constituyen un hito, una
piedra de toque.
En cierto modo las magníficas tesis kantianas renuevan las enunciadas
en otro tiempo y circunstancias por Protágoras. Provienen de mundos distintos. Ambos
proclaman que “el hombre es la medida de
todas las cosas del ser de las que son y del no ser de las que no son” –como
predica Protágoras y lo hace también Kant- y teniendo todos similar capacidad
de juzgar, hay que convenir entonces –prosigue el mismo Protágoras aunque no
Kant- en que “lo que a cada ciudad parece
justo y recto, lo es en efecto para ella en tanto lo juzgue así”. (Platon.
Teeteto. 167c). La tesis convencionalista, según la cual los criterios de
justicia son convencionales, es una entre muchas otras tesis sobre la justicia de
similar valor, interés y riqueza que como ella misma constituyen recurso para
ejercitar y afinar la reflexión, y son, desde luego, asimismo instrumento para
orientar la práctica.
La obra kantiana no agota las posibilidades del arte jurídico, tanto
como que la obra de Leonardo no agota las del arte bello aunque ambas fijan una
orientación, señalan un camino, muestran una veta inagotable de recursos. La
Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres y la Gioconda –elaboradas con
distinta materia, colores una y palabras la otra- dan cuenta de la exploración
emprendida por uno y otro en su particular empeño sobre la base de un cuidadoso
inventario de las posibilidades abiertas a la imaginación materializadas en la
obra que por ello mismo muestra apenas un vago atisbo de lo que está escondido
en ellas. Tanto Kant como Leonardo para elaborar su obra lo hacen contemplando
al hombre desde perspectivas que echan luz sobre aquellos aspectos que resaltan
ángulos que permiten y hacen resaltar las virtudes que determinan su belleza o
justicia sin dejar de lado aquellos otros
aspectos que permanecen en la obscuridad de la cual emergen y por contraste las
hacen visibles y resplandecientes. Ante todo –dice Leonardo en su Tratado sobre
la Pintura- hay que “aprender la
Perspectiva para la justa medida de las cosas: después estudiará copiando
buenos dibujos, para acostumbrarse á un contorno correcto: luego dibujará el
natural, para ver la razón de las cosas que aprendió antes… es primordial… el estudio…
de todas las figuras… de las sombras y luces convenientes al sitio en
que están colocadas las tales figuras.”, la de Leonardo, que no es distinta
de la perspectiva kantiana ( y tampoco el método) cuando éste último encuentra,
por ejemplo, que la libertad de la voluntad que determina la pertenencia del
hombre al mundo inteligible surge y es comprensible en su plenitud cuando el
contraste permite la contemplación de
esa misma voluntad sometida a los condicionamientos de la sensibilidad a la cual causalmente pertenece y de la cual se
libera. Tal vez falta transitar el camino que conduce al mundo imaginado por Kant (Kant es un decir) siguiendo la ruta
seguida en la persecución del mundo de Leonardo (Leonardo es otro decir) en
algún modo alcanzado.
8.- La estética jurídica supone el desarrollo del
sentimiento jurídico tanto como la estética de lo
bello supone en desarrollo de la sensibilidad artística. Lo cual es así por la diversa calidad de la
materia que una y otra enfrentan.
El desarrollo de la
Jurisprudencia –resultado del arte jurídico- supone primordialmente el
desarrollo o cultivo del sentido del gusto jurídico o del gusto por la obra,
acción o hecho justo, tanto como que el de la Ciencia –resultado del arte
bello- es en última instancia manifestación del sentido del gusto por lo bello,
(llámese bueno, útil o necesario) armónico u ordenado. Porque… ¿Cómo podría
concretarse la creación de la obra jurídica o levantarse la construcción o
edificarse un mundo a la luz de los criterios de justicia (en lo cual han de
aplicarse las capacidades creadoras) sin que sean expresión del sentido del
gusto jurídico, es decir sin la capacidad de apreciar los actos, hechos y obras
justas?. Si tomamos como parámetro la cuidados presentación de los productos de
la tecnología siempre ajustados al sentido estético en boga, tal vez como
propedéutica a la práctica del arte jurídico haya un lugar a la práctica cotidiana
de la buena educación, el trato cortés, el gesto afable, el texto ordenado, la
palabra amable, la pronunciación correcta, el oído atento, la voz afinada, el
cuerpo ejercitado, la pregunta atinada, la respuesta correspondiente, el
diálogo fluido, la emoción controlada, la pasión domeñada, el pensamiento claro
etc… un entrenamiento de este tipo probablemente serviría para desarrollar las
facultades, capacidades y habilidades que requeriría la elaboración de la obra
justa.
La estética de lo bello supone el desarrollo del
sentido de belleza, la capacidad de
contemplar la belleza tanto en el orden de las relaciones naturales como en la
obra del arte bello y esa capacidad depende en gran medida de la educación de
la sensibilidad, la educación de los sentidos –voz, oído, vista, gusto, tacto,
cuerpo- que proporciona habilidad para hacer uso de ellos y así desentrañar significados de los signos, la armonía
de los colores, el ritmo de los sonidos, la composición de los elementos, los
movimientos corporales así como para develar su forma y estructura, etc., pues
signo, colore, sonido, masa constituyen la materia del arte bello. La estética
jurídica supone en cambio el desarrollo del criterio de justicia y de la
capacidad de admirar, pues los actos y conductas ajenas y las relaciones
humanas solo pueden ser calibrados cuando se aprecia su complejidad, diversidad
y unicidad. El arte jurídico, cuya materia son las relaciones humanas, es un
ejercicio ciertamente más complejo que el comprometido en el arte bello. Además
de la educación de la sensibilidad requiere la educación del sentimiento de
justicia sobre el que se asentarían los criterios acerca de lo justo y un uso más completo de los sentidos y de la
sensibilidad. La voz ha de servir entonces no solo para modular el sonido del canto
que endulza los oídos y conmueve, sino para expresar con la misma dulzura la
convicción que alienta el argumento, el oído será útil no solo para encontrar
el ritmo o la armonía de los sonidos que afloran en la música, sino que tendrán
que ser el medio que primordialmente nos permita escuchar y atender las razones
y argumentos ajenos; los ojos no solo para mirar y distinguir perspectivas,
sombras, luces y colores de las cosas, sino para ver aquellas desde las cuales
mirar el interlocutor en el diálogo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario